Podríamos odiarnos o amarnos y decírnoslo
Pero solo limitémonos en este albor
A obsequiarnos mil hectáreas
De tierra fértil para los dos.
Sembrémosle árboles sangrados,
Esperemos pacientes a que crezcan
Y en el extraviémonos, perdámonos,
En nuestra maldita ego-nía irónica.
Será un bosque mágico
El que deseábamos tanto,
Místico, profundo, embrujado,
Con tantos o menos entes esclavos como los deseemos.
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